Es habitual identificar la mente con el cerebro, pero tenemos que empezar aclarando que son dos conceptos diferentes. Aunque el cerebro suele estar considerado el órgano más importante del sistema nervioso, la mente abarca mucho más que las partes físicas del cuerpo. De hecho, cuando se habla de mente apenas se mencionan los órganos corporales, pues con este término nos estamos refiriendo principalmente a las capacidades cognitivas, como la percepción, la memoria, el pensamiento, la imaginación, la conciencia, etc.
A groso modo se suele dividir la mente en dos partes: Consciente e Inconsciente.
La parte Consciente, como su propio nombre indica, es la única de la que tenemos conciencia de su contenido. Podemos acceder a la información guardada en ella de manera consciente mediante el acto de recordar. Se puede decir que tenemos cierto control sobre ella.
Y la parte Inconsciente se identifica con aquellas áreas de la mente a las cuales no podemos acceder directamente y, por tanto, no somos conscientes de su contenido ni tenemos control sobre ellas.
Hasta aquí la definición habitual, pero nosotros vamos a separar el Inconsciente en otras dos partes: por un lado el Inconsciente Propio y por otro el Inconsciente Universal. De esta manera habremos dividido la mente al completo en tres porciones que se describen a continuación.
Consciente:
Se puede decir que es la parte racional, moderadora y objetiva de nosotros. Responde a los estímulos analizándolos y actuando en consecuencia, pero su respuesta está muy influenciada por el Inconsciente Propio, al cual está conectada y que explicaremos más adelante.
Esta parte Consciente se caracteriza por tener una inteligencia que nos permite razonar las cosas, es decir, analizarlas para sacar conclusiones y poder elegir la mejor respuesta. Es lo que se conoce como razón o discernimiento.
Se considera que el objetivo de la razón es la adaptación al entorno, lo cual implica la capacidad de percibir y comprender el medio que nos rodea, aprender de experiencias pasadas, anticipar cambios y tomar decisiones efectivas para afrontar desafíos. La inteligencia, por lo tanto, se entiende como una ventaja evolutiva porque permite a los organismos ajustarse a las demandas cambiantes de su entorno y maximizar sus posibilidades de supervivencia y reproducción.
La falta de adaptación conlleva estrés, es decir, sufrimiento, y por el contrario, la consecución de la adaptación nos trae la paz, porque cuando estamos adaptados nos relajamos y permanecemos en un estado de tranquilidad.
De lo anterior se deduce que la finalidad del proceso de adaptación es el poder comenzar de nuevo, para crecer y progresar en un nuevo entorno. Esto puede resumirse con la palabra EVOLUCIONAR.
Pero aparte de esta explicación convencional, que considera que la única finalidad de la razón es la adaptación al medio, existe otro objetivo más transcendental para esta. Nos estamos refiriendo a la realización de aquellas actividades que hacemos por VOCACIÓN, y de lo cual hablaremos profundamente más adelante. En este sentido, la razón nos permite desempeñar este tipo de actuaciones, pues sin ella sería imposible llevarlas a cabo.
El fundamento de la razón o discernimiento es la imaginación, que es la capacidad de recrear experiencias de manera virtual, es decir, sin tener que realizarlas físicamente. Esta nos permite experimentar diferentes soluciones y conocer sus resultados, y todo ello de forma mental, sin materializar nada.
Otra característica del Consciente es que tiene línea temporal, o lo que es lo mismo, los recuerdos se guardan en orden cronológico, siendo los más recientes los más fáciles de recordar, y dificultándose el recuerdo a medida que se hacen más antiguos.
Una última característica que vamos a citar es que el Consciente es más lento que el Inconsciente Propio. Esto significa que ante un estímulo, el Inconsciente Propio se va a adelantar y va a responder primero, y luego actuará el Consciente, haciéndonos recapacitar posteriormente sobre la respuesta dada por el Inconsciente Propio. Este hecho es de suma importancia en nuestro comportamiento y actitud frente a los acontecimientos de la vida, y nos puede jugar malas pasadas cuando respondemos incorrecta o exageradamente a un estímulo.
Aún pareciéndonos el Consciente la parte principal y más importante de la mente, esta es la porción más pequeña de ella y también la menos sustancial a nivel de personalidad y estado de ánimo. Pero es la única puerta de entrada que tenemos a la mente y, por ello, podemos acceder al Inconsciente Propio a través del Consciente.
Inconsciente Propio:
Es nuestra parte subjetiva, emocional, intuitiva e instintiva. Domina a nuestra parte Consciente y es más rápida que esta, hasta el punto de ser nuestra personalidad y nuestro ESTADO DE ÁNIMO en cada momento, siendo en definitiva nuestra fuerza vital.
El Inconsciente Propio se adelanta a las respuestas del Consciente, como ya dijimos en el punto anterior, y también puede modular los razonamientos del Consciente, influyendo notablemente en sus respuestas.
Se encarga de almacenar los gustos, los miedos y cualquier otro tipo de emoción. Es decir, todas nuestras emociones están guardadas en el Inconsciente Propio.
Su funcionamiento interno consiste en asociar ideas a emociones. Esto quiere decir que cada idea almacenada está vinculada a una emoción. Por ejemplo, la idea de nuestra comida favorita está asociada a una emoción positiva y, por el contrario, la idea de un insecto desagradable la tenemos asociada a una emoción negativa.
También se almacenan en el Inconsciente Propio todos nuestros hábitos, o lo que es lo mismo, todo aquello que realizamos de forma automática, sin pensarlo. Estos hábitos pueden ser buenos o malos, siendo en este último caso perjudiciales tanto para nosotros como para los demás.
Al igual que las emociones se asocian a ideas, los hábitos también se asocian a ideas. Así, por ejemplo, cuando una persona nos incordia bruscamente solemos responder por inercia, sin pensarlo, porque esa persona ha llamado a nuestra idea de molestia y el Inconsciente Propio responde automaticamente con el hábito que tiene programado para este tipo de casos.
En lo que respecta a la temporalidad, el Inconsciente Propio no tiene línea temporal, lo que significa que toda la información guardada nunca se olvida, porque el tiempo no existe para este. Es como una caja en la que vamos metiendo cosas a lo largo de la vida y siempre van a estar ahí dentro. Cualquier emoción o hábito asociado a una idea aflorará en el momento en que dicha idea sea llamada, no importando si se trata de una idea reciente o de una idea que se almacenó hace décadas.
Por otro lado y como hemos dicho anteriormente, el Inconsciente Propio determina nuestro estado de ánimo y es por ello la parte de la mente que todos desearíamos tener equilibrada. Según sea el estado en que se encuentra el Inconsciente Propio, podemos estar desde felices hasta depresivos.
El Inconsciente Propio está influido por nuestra parte Consciente y a la vez por el Inconsciente Universal. Ambos se encargan de darle forma a lo largo del tiempo, pero sobre todo en nuestra infancia, que es cuando este se configura.
Dado que el Inconsciente Propio está conectado por un lado a nuestra parte Consciente y por otro lado al Inconsciente Universal, podemos usar nuestra parte Consciente como vehículo para poder acceder al Inconsciente Propio, y a través de este llegar hasta el Inconsciente Universal.
Por otra parte, el Inconsciente Propio también está íntimamente conectado a nuestro Cuerpo Físico, actuando este último como receptor de los estímulos externos y a la vez como vehículo para intervenir en el exterior. De hecho, el Inconsciente Propio está tan ligado al Cuerpo Físico que muchos autores consideran a ambos como un único elemento, o al menos contemplan al Cuerpo Físico como una extensión del Inconsciente Propio.
Como resultado de todo lo explicado vemos que el Inconsciente Propio está en medio de todo lo demás, siendo el nexo de unión entre el Consciente, el Inconsciente Universal y el Cuerpo Físico.
Inconsciente Universal:
Esta es la parte más grande de la mente y está compartida con todo el Universo. Almacena todo el conocimiento y sabiduría universal.
Tiene influencia sobre el Inconsciente Propio, pero solo en un tema específico por persona, aportándole sabiduría a esta de forma innata. Es decir, le otorga conocimiento, gusto, habilidades, fuerza de voluntad y valentía para ejercer ese tema en concreto. El fin es implantar en cada persona las cualidades necesarias para que esta dedique su vida a ese tema en especial, y a la vez le sirva de vía para desarrollar el amor incondicional. Este hecho es el responsable de que cada persona tenga una afición diferente.
Darnos cuenta de cómo afecta el Inconsciente Universal a nuestro Inconsciente Propio es difícil, sobre todo porque el “ruido” externo (de los quehaceres y distracciones de la vida) nos impide prestarle atención. Además, las cualidades aportadas por el Inconsciente Universal nos hacen diferentes al resto de personas y esto no suele gustarnos, porque no queremos ser distintos a los demás, o mejor dicho, a ese ideal imaginario que llamamos normalidad. Por tal motivo, a partir de la adolescencia acostumbramos a “enterrar” estas cualidades en lo más profundo de nosotros, hasta el punto de ignorarlas completamente e incluso olvidarlas.
Aún así, la sabiduría aportada por el Inconsciente Universal prevalece siempre a lo largo de nuestra vida, porque es lo que nos gusta hacer, lo que se nos da bien y nunca nos cansa, y cuando lo realizamos nos sentimos valiosos y satisfechos. Por tanto, se trata de una energía que constantemente nos fuerza a actuar de una determinada manera. Es lo que llamamos VOCACIÓN.
Como dijimos al principio, el Inconsciente Universal está compartido con todo el Universo. Por tanto, el Inconsciente Universal está conectado con los Inconscientes Propios de todas las personas. O dicho de otra manera, toda la Humanidad está conectada a un mismo y único Inconsciente Universal.
Esto último, que en principio nos puede chocar por parecer ilógico, se explicará en un próximo artículo.