El genio son los rasgos que todo ser tiene asignados por la Divinidad. Determina las características físicas y psíquicas de cada ser, incluso los sucesos a los que este debe enfrentarse.
Se puede decir que es el molde que da forma al ser, otorgándole todas sus particularidades, tanto positivas como negativas. Es la receta cuyo resultado se materializa en cada ser.
El genio es el patrón divino que rige todas las características de un ser, ya sea persona, animal o cosa. Todo tiene su propio genio, y no solo cada objeto, animal o persona, sino también cada grupo de estos y cada lugar.
Si algo existe es porque tiene un genio que lo genera y gobierna.
Por ello, nuestras virtudes y nuestros defectos están otorgados por nuestro genio. De hecho, nuestros dones son la actuación directa de nuestro genio, y de igual manera, nuestros peores rasgos también son la actuación directa de nuestro genio.
Genio es una palabra que procede del latín genius, que los romanos entendían como el espíritu tutelar que hay en todo. Su etimología deriva de la raíz indoeuropea gen, qué significa generar o dar a luz. Literalmente genio quiere decir generador, y de hecho somos lo generado por este, lo nacido de él.
En la Grecia clásica se le denominaba daimon, entendiéndose como un espíritu intermediario entre la Divinidad y el mundo material, el cual regula el destino y las funciones de cada ser, y se encarga de repartir los bienes divinos a cada persona. De hecho, etimológicamente daimon se define como distribuidor. Posteriormente esta palabra derivó en el vocablo demonio, que fue tintado de negatividad por el cristianismo, al considerar que estos espíritus son la fuente de todo mal.
En el hinduismo, a los genios se les denomina Devas. Son los espíritus intermediarios entre la divinidad y el mundo, y gobiernan todas las cosas y a todas las personas.
En el zoroastrismo también se menciona a los Devas, pero en este caso se les considera espíritus malignos. Como vemos, en el zoroastrismo ha ocurrido lo mismo que en el cristianismo, han considerado a estos espíritus como la fuente del mal.
Hoy en día aún sobreviven expresiones que hacen alusión al genio de las personas, como ¡qué buen o mal genio tienes! También se utiliza esta palabra para designar a alguien con una habilidad especial, comparándolo de esta manera con el potencial del genio, por ejemplo: ¡eres un genio! En realidad, es el genio el que le da la destreza a la persona.
Por otra parte, la palabra genial hace alusión a algo fuera de lo normal, generalmente con connotación positiva, haciendo referencia a los prodigios que es capaz de realizar un genio.
En el chamanismo, el espíritu animal, también conocido como animal de poder o tótem, es otra forma de denominar al genio. Esto se debe a que ciertas personas tienen el don de percibir el genio de cada individuo o cosa, y para facilitarle esa percepción, la Divinidad se lo muestra en forma de un animal cuyas características son similares a las de dicho genio.
Por sus méritos, algunos de estos espíritus fueron incorporándose a las tradiciones primitivas, dando lugar al politeísmo observado en muchas religiones. Dioses cuyos poderes corresponden al animal que les representa.
En algunas culturas africanas se denomina Orishas a los genios, palabra que literalmente significa “dueños de la cabeza”, y curiosamente en español tenemos el término “duende”, que es la contracción de “dueño de”. En el mundo islámico se designan como Jinn, en el judaísmo y cristianismo como ángeles, o demonios si son ángeles caídos. Los Incas les decían Huacas, los mayas Alux, los japoneses Kami, los chinos Shen, los aborígenes australianos Wondjina…
Como vemos, las energías divinas que controlan cada uno de los aspectos del mundo han estado presentes en las creencias de todos los lugares de la Tierra y en todas las épocas, teniendo una importancia fundamental en la vida de las personas.
Aunque hay diferencias muy sustanciales entre las distintas creencias, podemos observar cierto paralelismo o patrón entre ellas, tal como se detalla a continuación.
Por un lado tenemos el mundo perceptible por los sentidos, donde realizamos nuestra vida cotidiana. Es lo que llamamos mundo material.
Por otro lado, los creyentes intuyen, deducen o simplemente creen en las fuerzas o energías sobrenaturales del Universo, que se encargan de generar y gobernar lo existente en el mundo material, dotándolo de carácter, e incluso determinando los sucesos que acontecen a lo material.
Y partiendo de estas dos premisas se deduce o intuye una tercera, una inteligencia infinita en todos los aspectos, de la que emanan las energías que crean y rigen el mundo material. Esta es omnipotente, porque lo puede todo, omnipresente, porque está en todo, y omnisciente, porque lo sabe todo. Es lo que llamamos Dios, Yahvéh, Tao, Gran Espíritu, Olodumare, Brahma… En definitiva, la fuente universal origen de todo.
En el antiguo testamento, una de las formas de referirse a Dios es Elohim, palabra hebrea que literalmente podríamos traducir como el “Señor de los Genios”, es decir, el dueño de las energías, de los generadores del mundo, y por tanto, el dueño o señor de todo.
Se podría decir que las fuerzas o energías son los dedos de Dios que moldean el mundo, imprimiéndole una personalidad característica a cada cosa, incluidas las personas. Y decimos moldean y no modelan, porque cada uno de estos metafóricos dedos tienen unas particularidades diferentes que se van a grabar en lo que tocan, como si de un molde o sello se trataran.
Las energías son infinitas en todos los aspectos, como la totalidad de lo divino. No tienen número, no hay una cantidad determinada de ellas. Y a su vez, cada una de estas puede dividirse en infinitas energías. Solo la mente humana les pone límites, para poderlas comprender, acotándolas y humanizándolas en forma de dioses, ángeles y todo tipo de espíritus.
La mente humana, sumida en la incomprensión por no poder vislumbrar la gran obra divina, se encargará de dualizar estas energías en buenas y malas.
El gran psiquiatra Carl Gustav Jung, quien dedicara muchos años a su estudio, las llamó arquetipos. Patrones que fundamentan el comportamiento de las personas y sus maneras de pensar.
Por todo lo visto, es que cada persona tiene un carácter diferente, basado en la energía que la ha originado. Es el genio que todos tenemos, que nos aporta lo bueno y lo malo de nosotros, y que debemos conocer y aceptar como primer paso para dejar de sufrir.
Aunque cada uno de nosotros está gobernado por la energía que tiene asignada, y esta va a regir nuestra vida y todo lo que acontezca en ella, todos disponemos de la herramienta más poderosa con la que el Universo nos ha dotado, el libre albedrío, el cual nos permite poder elegir entre lo que nos dicta nuestro genio, y lo que verdaderamente deberíamos hacer.
Desafiar al genio es difícil, muy difícil. Hay que tener una gran fuerza de voluntad, pero los resultados son tan prometedores que bien merece la pena el sacrificio. Por ello, el segundo paso que debemos dar es estudiar esos beneficios que obtendremos a cambio del sacrificio, porque tenerlos presentes es la única motivación que puede hacernos vencer al genio.
Pero el genio no es solo malo, no es todo diablo, por el contrario, el genio también nos aporta todas nuestras buenas cualidades, y nos hace tener virtudes únicas que nadie más tiene, haciéndonos ser el mejor en ese aspecto. Descubrir estas cualidades positivas forma parte del primer paso que antes mencionamos. Hay que conocer al genio tanto en su lado positivo como en el negativo, e ir descubriendo como, tanto lo bueno como lo malo, nos hace únicos para llevar a cabo nuestro propósito de vida.
Y cuanto más nos involucramos en su conocimiento más coherencia encontraremos en nuestra vida, hasta el punto de que veamos todo el recorrido vivido como una escuela, donde los peores momentos han sido las mejores enseñanzas, y las peores personas con las que nos ha tocado convivir han sido los mejores maestros. Llegados a ese punto sobra perdonar, porque ya lo has hecho, y solo puedes agradecer por todo lo que te ha pasado, todo tenía un fin, y ese fin es tu perfección.
Una vez dado ese primer paso veremos la vida con otra perspectiva. Lo que antes no tenía sentido ahora lo cobra. Entendemos lo que sucede y lo aceptamos como parte de nuestro plan divino. Nos llenamos de autoestima, porque ahora si conocemos nuestras virtudes y sabemos para que estamos aquí, y por qué soy así. Descubrimos nuestra vocación, nuestra maestría, porque todos somos maestros en algo. Nos sentimos realizados y con ganas de llevar a cabo nuestra misión, llenos de motivación y satisfacción. Tomamos las riendas de nuestra vida, de nuestra nueva versión de vida, porque ya no vivimos por vivir, ahora vivimos por y para una causa. Nuestra mente y nuestro corazón reman en la misma dirección, hago lo que quiero y quiero lo que hago, porque esa dirección es nuestro propósito de vida.
El Universo deja de pelear contra nosotros y ahora conspira a nuestro favor. Ya no me pone obstáculos, ahora me ayuda en todo y coloca en mi vida aquello que necesito.
Y este es el camino de la auténtica felicidad, de la luz, de la iluminación…