Existe un Ser Superior al que llamamos Naturaleza, Cosmos, Dios, Gran Espíritu, Brahman, Universo, YHVH, Pacha Mama, Vida, Mundo, Dana, Tao, Divinidad… o cualquier otro nombre que queramos darle, compuesto a su vez por infinidad de Seres Inferiores a él.
Estos Seres Inferiores nunca verán al Ser Superior del que forman parte, solo conocerán a los seres de su mismo nivel que estén en su entorno.
Los Seres Inferiores son conscientes de lo que ven en su vida diaria, es decir, de lo que hay a su alrededor. Aunque ellos no pueden ver al Ser Superior, este los tiene en cuenta y actúa sobre ellos, pero estos, siempre enfocados en su entorno más inmediato, confunden las actuaciones del Ser Superior con el resto de acontecimientos de sus vidas diarias, pasando dichas actuaciones desapercibidas para ellos.
Para poder percibir al Ser Superior, los Seres Inferiores deben apartar el foco por un momento de su entorno que les distrae, y poner toda su atención en buscar las actuaciones del Ser Superior entre los acontecimientos del día a día, intentando distinguirlas por discernimiento. Es tarea difícil, pero el Ser Superior, conocedor de ello y amándose a sí mismo, al igual que cualquiera de nosotros ama a todas las partes de su propio cuerpo, reparte una serie de herramientas a los Seres Inferiores para que estos puedan percibir su amor, y hacer que ellos también se amen los unos a los otros de igual manera, puesto que todos son parte del mismo cuerpo.
Las herramientas están repartidas de forma estratégica, porque su fin no es solo dar testimonio de la existencia del Ser Superior, sino también y más importante aún, lograr el amor entre los Seres Inferiores, para lo cual estos solo podrán usar las herramientas amándose los unos a los otros, y poniendo en práctica dicho amor universal e incondicional mediante la humildad. Solo así las herramientas funcionarán correctamente y conseguirán establecer el orden perfecto entre los Seres Inferiores, lográndose la armonía.
Con su amor, el Ser Superior da sustento y protección a los Seres Inferiores, haciendo que estos se sientan felices. Pero también se verá obligado a presionar a los que aún no han encontrado el orden correcto, para forzarles a lograrlo.
Como se suele decir, las respuestas no hay que buscarlas fuera porque están en nuestro interior, y es ahí donde debemos mirar. Y en este caso es así literalmente.
El mejor ejemplo a seguir lo tenemos en el interior de nuestro cuerpo. Nos referimos a las células.
Cada célula es una unidad única, como cada ser humano, y aunque tienen autonomía, todas dependen de las demás para sobrevivir. Por ello, cada célula, además de trabajar para su propia supervivencia, también trabaja para la supervivencia de las demás, realizando cada una la función para la que está destinada, es decir, su misión.
Y esta misión la llevan a cabo con total humildad, sin conflictos, en plena armonía unas con otras, colaborando cada una en lo que mejor sabe hacer: Las células de la piel defendiendo a las demás de las inclemencias externas, las de la sangre distribuyendo los nutrientes por todo el organismo, las nerviosas coordinándolas a todas, etc…
Entre las células de nuestro cuerpo no existe la ira, ni el egoísmo, ni la arrogancia, ni ninguna otra cualidad negativa. Solo hay amor incondicional, demostrado en forma de todas las virtudes que existen: altruismo, compasión, unión, confianza, colaboración… y en definitiva una humildad perfecta digna de ejemplo para todos.
¡Aprendamos de nuestras células!